HOMUNCULUS
Pigmeos
“Cuando habían recorrido en muchas jornadas una gran extensión de país arenoso, vieron al fin árboles que crecían en una llanura; y, acercándose, empezaron a coger los frutos que había en los árboles, pero mientras los cogían les atacaron unos hombres pequeños, de una talla inferior a la normal y, apresándolos, se los llevaron. Pero los nasamones no entendían su lengua ni los que se los llevaban la lengua de los nasamones. Y se los llevaron a través de extensas marismas y, después de cruzar estas marismas, llegaron a una ciudad donde todos eran de la estatura de sus raptores, y negros de color. A lo largo de aquella ciudad corría un gran río, y corría de poniente hacia sol levante; y en él se veían cocodrilos”
(Heródoto, Fábula de Etearco : 2, 32)
Casa de Neptuno (Itálica)
El cartógrafo ORTELIUS situó en las regiones septentrionales, en el mismísimo casquete polar de su mapa, el país de unos seres pequeñitos que despertaron la imaginación de los viajeros de todas las épocas:
PIGMEOS
πυγμαῖοι
Entre el codo y el puño hay una medida de 18 dedos, 338 milímetros más o menos, y para los griegos eso era el πυγμή, el puño.
De la raíz del puño deriva el enanito latino, el PUMILIO, también llamado TRISPÍTAMOS por Plinio, porque no abulta más que tres palmos.
El πυγμαῖος es una persona del tamaño de un puño, perteneciente a un pueblo fabuloso cuyos individuos -siempre según los poetas- no alcanzaban una estatura mayor que un codo.
Gualterus Disney, Nivea et septem pumiliones (MCMXXXVII a.D.)
En sus innúmeros viajes, Heracles visitó lugares insólitos, no solo de la Hélade, sino de todo el Mediterráneo. Entre trabajo y trabajo de obligado cumplimiento, y siempre al servicio de Euristeo de Tirinto, vivió otras aventuras con seres increíbles.
Es lo que tienen los viajes, que te encuentras con maravillas. Y todos los viajeros de todas las épocas deben relatar a su vuelta sus experiencias y sus descubrimientos.
Sin ellos, no existiría la geografía.
Pigmeos defendiéndose de las grullas en el Atlas Catalán de Cresques
El gigante Anteo, hijo de Gea, custodiaba con afán sus reinos que se extendían más allá del estrecho de Gibraltar, y mataba a todo el que hollase sus dominios. Con los cráneos de los caídos decoraba su particular templo a Poseidón.
Hércules luchó con él. Anteo caía al suelo una y otra vez cansado por el combate, y la Madre Tierra le insuflaba aliento y fuerzas todas las veces. Hércules lo asfixió levantándolo en vilo para separarlo de la protección telúrica.
Pintura, firmada por Eufronio, en la cara A de una crátera de cáliz de figuras rojas atribuida a Euxiteo: Heracles lucha con el gigante Anteo. 515 – 510 a. C. Museo del Louvre, G 103.
El héroe, exhausto, se tumbó en la tierra. Al despertarse, se encontró rodeado por unos hombres diminutos. Cuenta Filóstrato el Viejo que estos seres se llaman PIGMEOS, robustos atletas y esforzados luchadores, así mismo hijos de Gea.
Muy pegados a su madre, horadan la tierra y viven en ella como las hormigas. Hércules luchó con ellos, entre carcajadas, y cuando los hubo cansado, los envolvió en la piel del león de Nemea para llevárselos como trofeo a Euristeo.
Dosso Dossi
Algo parecido le sucedió a Gulliver, quien despertó cautivo de una tropa de hombres de una altura de seis pulgadas, unos 15 cm. El viajero inglés prometió portarse bien, fue liberado, y caminó entre los habitantes de Lilliput teniendo mucho cuidado de no pisarlos.
Los viajes de Gulliver
A pesar de perseguir al pensamiento científico, muchos sabios del Mundo Antiguo no pudieron resistir la tentación de teñir de fábula la existencia de los PIGMEOS.
Así, el mismísimo Aristóteles, cuando habla de las aves migratorias, sugiere que las GRULLAS, en alguno de sus viajes invernales desde latitudes boreales, cuando buscan el clima cálido de África, se instalan en Egipto, y es cuando tropiezan con los PIGMEOS. Insiste en que esto no es mitología, que de verdad luchan con las grullas, que viven en cuevas y que sus caballos son de tamaño proporcional a sus pequeñas dimensiones.
Villa Selene (Leptis Magna)
Dicen los mitógrafos que entre los PIGMEOS vivía una joven llamada ÉNOE, que, a pesar de tener un aspecto físico nada despreciable, tenía mal carácter y era tan soberbia, que no rindió el culto correspondiente a las diosas Ártemis y Hera.
Cuando tuvo a su hijo MOPSO, todos los PIGMEOS le hicieron muchos regalos por su maternidad.
Pero las diosas del Olimpo son envidiosas y celosas, y la mayoría de las veces arremeten contra las mujeres que consideran rivales en belleza, maternidad o habilidad.
Mujeres pigmeas de Wazembe en África Central © Teddy Seguin GEO
Entonces sucede lo de siempre, la transformación de la muchacha molesta en un animal:
Hera metamorfoseó a ÉNOE en GRULLA, e hizo que en su sangre hirviera el odio contra los PIGMEOS.
Jacob van Maerlant, Der Naturen Bloeme. Flandes, circa 1350
Quizás la pobre madre, llamada ahora Γεράνα, GÉRANA, solo quería estar cerca de su hijito, y por eso revoloteaba por el poblado de los PIGMEOS.
Los PIGMEOS se armaban y la combatían en una verdadera
GERANOMAQUIA
Le Combat des Pygmées contre les grues. Robinet Testard, [France], vers 1480. Français 22971, f. 47v © Bibliothèque nationale de France
Los PIGMEOS luchan contra las GRULLAS de modo épico, como los héroes de Homero:
Puestos en orden de batalla con sus respectivos jefes, los teucros avanzaban chillando y gritando como aves—así profieren sus voces las grullas en el cielo, cuando, para huir del frío y de las lluvias torrenciales, vuelan gruyendo sobre la corriente del Océano y llevan la ruina y la muerte á los pigmeos, moviéndoles desde el aire cruda guerra—y los aqueos marchaban silenciosos, respirando valor y dispuestos á ayudarse mutuamente.
(Ilíada III, 1ss. Trad. de Luis Segalá)
Ya que los PIGMEOS existen, como ha quedado demostrado, no debes descartar encontrarte con ellos en cualquier momento.
Si vas a Egipto, podrás conocer una tribu de PIGMEOS orfebres.
Hay otros que doman hipopótamos en el Nilo.
Pompeya
HANNÓN el NAVEGANTE viajó hasta el Golfo de Guinea y se trajo dos PIGMEOS y un gorila.
El propio JABATO se las vio en África con estos hombre pequeños pero belicosos.
También se encontró con ellos TARZÁN…
…y JIM DE LA JUNGLA.
William Berke, Pygmy Island (1950)